AUTOBIOGRAFÍA

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Quito, Pichincha, Ecuador
Asesor Comunicación Política. Comunicador Social y periodista. Consultor independiente en Relaciones Públicas, Marketing y Comunicación Política. Analista y asesor político en entidades gubernamentales. Docente e investigador universitario. Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Central del Ecuador. Máster en Ciencia Política por FLACSO Ecuador. Doctor (c) Universidad de Salamanca, área de Ciencia Política y de la Administración. Líneas de investigación: Política y medios de comunicación. Análisis de redes sociales, comunicación política, Políticas Públicas de Comunicación. Cultura política. Identidades y discurso.

06 mayo 2016

¿Por un pluralismo mediático en España?

A puertas de un nuevo proceso electoral y a pocos meses que se cierre la legislatura, uno de los temas que Podemos ha querido poner sobre la mesa es la “relación incestuosa” entre los dueños de los medios de comunicación, los partidos políticos y el poder empresarial. Una relación que va más allá de la concentración del poder político, sino que pasa por la concentración del poder mediático y obviamente de la información que se difunde a través de esos canales.

En el contexto histórico, América Latina, durante las últimas décadas, ha sido la región que cuenta con nuevas normativas que sancionan y prohíben la concentración mediática mediante el diseño y construcción de políticas de comunicación. Normas que resultan novedosas en escenarios políticos de cambio y progresismo, donde va por delante el precepto de democratizar la comunicación y el espectro radioeléctrico español.

La realidad actual latinoamericana que está sirviendo de ejemplo para el resto de países del mundo muestra que estas normativas, similares en contenido y forma, rompieron la histórica herencia de la fuerte concentración de la propiedad y control de los medios de comunicación. Las nuevas reglas de juego en el campo mediático re-estructuró los sistemas de medios, cuyo origen radicaba en el fin comercial, de mercado y como un actor eminentemente político.

Las normativas apelan a confrontar al “cuarto poder”, a los dueños de los medios privados, al monopolio empresarial de la comunicación, pero además, demandan la recuperación de la “libertad de expresión”, como la única vía que garantiza los derechos de aquellos que no han tenido acceso a los medios de comunicación.

Los argumentos normativos se fortalece con un discurso totalmente confrontativo para con los medios de comunicación, sus propietarios y los periodistas. De hecho, desde el inicio de la gestión de estos gobiernos se declaró “guerra abierta” a este sector porque se consideraba que la información es manipulada, defiende intereses de los grupos de poder económico. Del otro lado, los propietarios de medios de comunicación privados y sus periodistas insisten que los planteamientos del gobierno representan un atentado a la Libertad de Expresión consagrada en la Carta de los Derechos Universales.

El escenario político en el que se encuentra el periodismo mundial es crítico, la crisis que atraviesa la profesión es cada vez más latente. No solo por los aspectos de la profesionalización, sino también por la falta de independencia en la que el ejercicio del periodismo. Las responsabilidades y compromisos asumidos por los profesionales están marcados, en el caso de los medios privados, por un modelo empresarial y económico. Y del otro lado, aquellos periodistas que responden a las instituciones gubernamentales, confundiendo el verdadero rol de los medios públicos.

Cabe recordar el papel que jugó la UNESCO, hace poco más de tres décadas, tras provocar como una necesidad, el incluir dentro de las agendas de los gobiernos a la comunicación como uno de los elementos más importantes en el desarrollo de las sociedades. La incorporación del concepto del “tercer sector de la comunicación”, al que apela la propuesta de Podemos, que solo queda en iniciativa tras la disolución de las cortes, resulta ser, tal como lo señalan: el “agente social” cuyo rol de cobertura y ampliación de la diversidad cultural en el ámbito comunicacional. El objetivo es ir más allá de mirar a los consumidores de mass media como audiencias, y a la vez fortalecer iniciativas de reflexión crítica de los contenidos.

Frente a ese tercer sector, visibilizado en los medios alternativos y comunitarios, excluido y marginado en el territorio español demanda de las autoridades acrecentar las posibilidades de empoderamiento de los ciudadanos del sector comunicacional comunitario como un importante componente para la democracia. El rol de estos nuevos sin duda se ejerce en el sentido de convertirse en orientadores y gestores de una opinión pública crítica y a la vez reflexiva.

Entre muchos de los objetivos planteados para el efecto están la defensa de la “libertad de expresión”, la “democratización de los medios de comunicación” y los contenidos que se difunden a través de los medios. Para lograrlo el programa de fomento del tercer sector de la comunicación se apuntala como uno de los ejes centrales de la próxima legislatura.

Un punto clave en la propuesta es la necesidad de transparentar la adjudicación de frecuencias de radio y televisión dejando de lado intereses partidistas, fundamentales en el ejercicio democrático y que eliminan sesgos mediáticos. Por ejemplo, en Ecuador se inició un proceso de restitución de las frecuencias que junto a la Ley antimonopolio mediático cercó la posibilidad, históricamente recurrente, que los banqueros dueños de grandes empresas sean propietarios de más de un medio de comunicación y además sean los principales aportantes de los partidos políticos tradicionales, lo que establecía un vínculo muy cercano entre el poder político y el poder mediático.

Uno de los problemas respecto del “tercer sector” en el ejemplo latinoamericano viene de la mano del poder de decisión de las autoridades, que en lugar de dar mucho mayor peso al sector comunitario y alternativo se han focalizado las garantías al sector público. Si bien la norma garantiza el acceso de los medios comunitarios al espectro radioeléctrico mediante la repartición equitativa de las frecuencias (33% para los medios privados, 33% para los públicos y 34% para los comunitarios) queda pendiente mostrar con más claridad la conformación y estructura de estos medios, pero sobre todo dar respuestas claras respecto de sus fuentes de financiamiento.


Resulta importante que al igual que la “ola progresista latinoamericana”, en España también resuene un discurso de confrontación a los medios de comunicación privados y sus intereses particulares. El ejercicio y a la vez la estrategia es no perder de vista que quien tiene el control de los medios tiene el control de la opinión pública y en fútbol como en política todo juega.