Hace algún tiempo, en el 2010, en pleno boom de la Revolución Ciudadana, cuando todos estábamos fascinados de
esa “nueva” forma de hacer política, escribí cuan efectivo resultaba el
discurso y la práctica en la Revolución Ciudadana. Me refería a esa capacidad
que tenía el gobierno para cumplir con sus objetivos, planteamientos y ofertas
que incluso rebasaban la “demagogia” tradicional.
Han pasado casi 5 años desde aquellas reflexiones y la arena
política ha cambiado radicalmente. El ambiente está cargado de muchos elementos
para el más sesudo análisis que vaya más allá de las redes sociales y que fuera
de sesgo político muestre una realidad que evite las confrontaciones
ideológicas y aterricen en una realidad que muchos tienen temor a aceptar. El
discurso gubernamental perdió efectividad?
El problema coyuntural de la política ecuatoriana se centró durante
los últimos días en los intentos de aprobación de las Leyes de Herencias y de
Plusvalía, proyectos enviados desde el Ejecutivo a la Asamblea, que causaron debate,
molestia y enfrentamientos de sectores a favor y contra.
Ernesto Laclau afirmaba que los discursos son esa forma misma
de la constitución de lo social, porque
permiten la articulación o desarticulación de diferentes elementos y solo se materializa
cuando construye realidades. La pérdida de efectividad en el discurso
y en la práctica ha perdido legitimidad y esa es la realidad.
Frente a este concepto Laclauniano, qué respuesta se puede
dar cuando en medio de un espectáculo de tarima, vacío de contenido y cargado
de apasionamiento, el Presidente de la República aprovecha “efectivamente” de
un acto cívico - el cambio de guardia en el Palacio de Carondelet-, para
visibilizar de manera insistente a sus enemigos, a aquellos que quieren
desestabilizar su gobierno, aquellos cegados por un poder individual en contra
de una “mayoría” que lo apoya.
El terreno “efectivo” para asegurar y justificar sus actos
fue la Plaza Grande, un momento clave para señalar su posición “inclaudicable”
frente a sus propuestas de Ley. Horas más tarde, en su “mensaje a la nación” –
otro terreno válido pero menos apasionado-, cambió el sentido al verbo “ceder”
y justificó la visita del Papá para que el país lo reciba en un ambiente de “paz,
regocijo y reflexión”.
¿Ceder o retroceder? ¿Cuánto afecta esto a su credibilidad? Una
respuesta frente al hecho es que sus discursos políticos los maneja bajo una
lógica y una estructura determinada, que dependen mucho del contexto y de la
situación en la que se desarrollan. Correa como actor político está en la
posibilidad de articular diferentes lógicas, diferentes formas de expresar sus
palabras. Frente a sus seguidores demostró que sus acciones son parte de un “ritual
político” y apelan a la ideología revolucionaria encarnada en su institucionalidad.
Asimismo, justificó su idea de la erradicación de la
inequidad en función del cristianismo, sancionando como “pecado social” a la desigualdad
y motivó a un “diálogo” nacional con los sectores para tratar la Ley. Los
ciudadanos aspiran y esperan que estas iniciativas se den, los cambios y sobre
todo rectificaciones son urgentes y a la vez necesarias.