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Quito, Pichincha, Ecuador
Asesor Comunicación Política. Comunicador Social y periodista. Consultor independiente en Relaciones Públicas, Marketing y Comunicación Política. Analista y asesor político en entidades gubernamentales. Docente e investigador universitario. Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Central del Ecuador. Máster en Ciencia Política por FLACSO Ecuador. Doctor (c) Universidad de Salamanca, área de Ciencia Política y de la Administración. Líneas de investigación: Política y medios de comunicación. Análisis de redes sociales, comunicación política, Políticas Públicas de Comunicación. Cultura política. Identidades y discurso.

25 febrero 2016

La crisis institucional y el surgimiento de Alianza PAIS

Una breve entrada teórica
Las principales líneas teóricas en Ciencia Política se sustentan en el desarrollo de las naciones en el orden político[1]; por ello es importante dar cuenta de las diferentes perspectivas del pensamiento de autores que han puesto en marcha una teoría básica que explique la existencia de los procesos políticos.
En ese sentido queda claro que todo gira alrededor de la institución denominada Estado, que es considerada como un órgano que está por encima de los mismos hombres; de ahí que el concepto clásico de Estado hace referencia a una forma de organización, como la base de un orden social, donde cuya estructura se sustenta por un conjunto de instituciones que regulan la vida de los ciudadanos mediante la aplicación de leyes y normas.
El término Estado faculta esa necesidad de entender a los seres humanos en relación con la naturaleza, Maquiavelo no cree en el poder omnipotente, pero sí en el déspota (virtud y fortuna) y la libre voluntad del pueblo para gobernarse; es en la edad media cuando se toma en cuenta los elementos de ese Estado al que se refería Maquiavelo y se caracterizan los siguientes componentes: pueblo, territorio y poder.
Algo que es innegable es que existe una evolución del concepto de Estado y se le otorga ciertos atributos a las instituciones que en el comprenden, ya en la modernidad se habla de un Estado de Derecho (Böckenforde, 2000), donde se establecen las reglas de juego mucho más claras; por ejemplo se estipula la división de poderes. Es por eso que el Estado de Derecho da paso a legitimar las funciones básicas del Estado, pero también los objetivos y sus tareas, como las de proteger a las personas y dotarles de esa libertad individual; la organización es indispensable en el Estado de Derecho, a partir del reconocimiento de la ciudadanía y de los sistemas políticos.
El concepto sistema político está estrechamente ligado a la teoría de la modernidad, por eso se derivan las caracterizaciones de desarrollo de las sociedades modernas y además se hace referencia a condiciones y situaciones de interacción individual y colectiva (Echeverría, 1999).
La democracia como tal resulta una suerte de organización de grupos de personas, su característica principal es que su voluntad colectiva radica en la toma de decisiones por parte de todos los integrantes de ese grupo.
En términos de teoría política, la democracia es una forma de gobierno, de organización del Estado y el pueblo, mediante la participación le confieren de legitimidad a quienes los representan en las instituciones del poder.
Un primer momento: una crisis que se gesta en los 70
En la década de los 70 se pone en marcha una transformación de la estructura socio-productiva (1972-1976) y la constitución de un sistema político fuerte (1976-1979), ambos se plasman en el retorno de la Democracia. En diciembre de 1976 se conformaron las Comisiones Jurídicas, como parte fundamental de reestructuración, que contemplaba un clima de concordia nacional y un diálogo político; la renovación de cédulas de ciudadanía y elaboración de nuevos padrones; y, la estructura de las tres comisiones que se encargarían de reformar la Constitución de 1945, además de la elaboración de una nueva Ley de Partidos Políticos y Elecciones, procesos que estarían liderados por el nuevo organismo denominado Tribunal Supremo Electoral (Sánchez, 2008: 28) 
El pacto civil y militar fue la clave para el retorno a la vida democrática; por un lado, el papel que jugaron los militares como actores políticos en la estructura constitucional fue decisivo, este estableció mecanismos de presión para consolidar acuerdos, los mismos que se pudieron concretar en la participación social y en la discusión del texto constitucional.
La meta era el cambio de rumbo en la política nacional, los partidos políticos estaban detrás de ese cambio, buscaban que las demandas sociales se transformen en demandas políticas y quizá la nueva Carta Magna intentó traducir ese objetivo.
En la década de los 80, el estallido de la crisis económica, el endeudamiento público y la crisis fiscal; además de la consolidación de los partidos políticos con tendencia derechista inciden sobre el sistema de legitimación y la falta de credibilidad de la ciudadanía en esos actores.
Después del retorno a la democracia: ¿el inicio de la crisis?
Los cinco gobiernos constitucionales que sucedieron a la dictadura militar, pero especialmente en los periodos de Roldós y Hurtado, en el año de 1981, las condiciones económicas eran totalmente adversas, con serias consecuencias que se expresaron en el campo social y político, la razón se sujetaba a la aplicación de políticas de ajuste estructural del llamado “Consenso de Washington”, obligaron a la democracia ecuatoriana a marchar contracorriente respecto de uno de los ejes o paradigmas centrales que caracterizaron su diseño institucional (Echeverría, 2006: 21).
Con una orientación demócrata-cristiana, el neoliberalismo aplicado a raja tabla por parte de León Febres Cordero, en 1984, la situación era similar al de sus antecesores, las exigencias de las políticas internacionales en términos económicos desbarato todo el programa de gobierno que ofreció tras su lema: “pan, techo y empleo”.
La social-democracia aplicada en Rodrigo Borja, a pesar de que contó con mejores condiciones durante su primera mitad del gobierno, gracias al apoyo del Legislativo, la mejoría fue más clara tras el pacto con la Democracia Popular y el FADI (Sánchez, 2008: 133); el agravante era la transacción hecha con los dos partidos para otorgarles responsabilidades en los ministerios.
Luego llegaría Sixto Durán Ballén, quien después de una ruptura con el PSC, su partido de todos sus logros políticos, llega al poder con un partido ad hoc, la Unidad Republicana (Sánchez, 2008: 135), pero también gracias al respaldo de la Sierra y de la Costa.
Ya a mediados de los 90 y luego del último periodo presidencial constitucional, es claro y notorio que la crisis institucional que se avizora es mucho más fuerte en años posteriores a esa década, sobre todo por las políticas económicas que se aplicaron y que todavía no terminaban por aplicarse; además, el papel de los partidos políticos que, hasta ese entonces, manipulaban y lideraban las instituciones y organismos del Estado, respondían a políticas neoliberales, por lo que su poder era imposible de contrarrestar y la etapa de crisis institucional en el Ecuador apenas iba a cristalizarse en los años subsiguientes.
Un segundo momento: seis gobiernos en menos de diez años
La poca oportunidad de contrarrestar en iguales condiciones las políticas neoliberales de los partidos que dominaban el espectro político a mediados de los 90, tomó como punto de partida la presencia de aquellos actores políticos que no contaban con acceso a la toma de decisiones, lo cual hará que esta crisis inevitablemente aumente; estos actores sin voz estaban plasmados en los trabajadores, estudiantes y con mayor fuerza en los indígenas, que resultan ser esa representación de la oposición de la aplicación de un modelo neoliberal que estaba en marcha en el país.
Si en los años ochenta, los análisis estuvieron centrados principalmente en la transición a la democracia, en los 90 se centraron en los comportamientos electorales y en los movimientos sociales como expresiones de participación de los sectores subalternos (Burbano, 2003: 13).
Los conflictos políticos y movilizaciones sociales enfatizan la crisis política que claramente es percibida por la sociedad, la representación no es tal en las instituciones de poder, incluso los intereses de reproducción de la clase política y de los partidos son la causa real de un descontento general.
El aparecimiento del movimiento indígena es una clara representación de la crisis de esos años, de hecho su alto nivel de politización apela a contenidos simbólicos que buscan la conformación de una identidad nacional, temas como territorialidad, multiculturalidad, educación bilingüe, entre otros, son la raíz de la pugna con el Estado.
Justamente esa crisis se ve reflejada en el gobierno de Abdalá Bucaram, que en base a estrategias populistas intenta un reacomodo del sistema democrático en el país, resultó ser que esta crisis de representación es el terreno adecuado para abonar una cultura política contraria a la democracia original, sin maniqueísmos y demagogias (Echeverría, 2006).
Bucaram triunfa en las elecciones y este periodo se ve marcado por el aparecimiento de nuevos actores políticos, uno de ellos es el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik – Nuevo País (MUPP-NP). El triunfo de Bucaram es fruto del enfrentamiento de dos partidos políticos que contaban con mayor fuerza en ese entonces y que fueron los finalistas en las elecciones presidenciales: el PSC y el PRE.
El primer signo de rechazo a los partidos tradicionales estaba por encima del populismo de los roldosistas y se vio plasmado incluso por la división regional (Costa-Sierra), el candidato socialcristiano no tuvo acogida en la Sierra, pero Bucaram, a pesar del triunfo, no logro mayoría en el Congreso Nacional, donde sí la obtuvo el PSC, fue el mayor bloque parlamentario, 27 de 82 legisladores (Sánchez, 2008: 138), por lo que la oposición entre el Ejecutivo y Legislativo era previsible.
Bucaram no supo sostener su gobierno y el aparecimiento de nuevos actores sociales fue justificado, sus propios errores agudizan la crisis, las políticas económicas, la carga de corrupción y abusos de poder fueron la tónica de su corta permanencia en el poder.
La convocatoria a una nueva Asamblea Nacional era la salida más adecuada, ante todo para calmar los ánimos de los sectores sociales que pugnaban por un cambio de rumbo y el ingreso a una etapa de inclusión y participación equitativa, pero esa Asamblea más bien reflejará las características propias de la cultura política, esa dificultad por lograr consensos adecuados entre los partidos de la élite ecuatoriana.
La Asamblea de 1997 introduce modificaciones en tres ejes de la estructura constitucional: modifica el carácter de las relaciones del Estado con la economía, al reducir su intervención en el proceso económico; refuerza el presidencialismo como régimen político e introduce importantes avances en la definición constitucional, con cierta ampliación de los derechos humanos (Echeverría, 2006: 48).
La crisis se agudiza, la ascensión al poder de Jamil Mahuad fue el detonante, en este periodo su participación y sus acciones  condujeron q que la crisis llegue a su momento más álgido (Echeverría, 2006), una crisis financiera, la devaluación monetaria, los bajos precios del barril de petróleo fueron solo causas de su caída.
A esto se sumó la inconformidad era generalizada de los ciudadanos, los indígenas retoman fuerza tras la no inclusión de algunos de sus proyectos en la Constitución del 98; esta vez la crisis económica era producto de esa redemocratización aplicada en los 70, un modelo político que reforzó su orientación rentista y corporativa (Echeverría, 2006), los ajustes económicos entre ellos la dolarización, que tenían su origen en la política internacional, acabaron en un alto índice de deterioro social e incremento de la pobreza.
La figura más visible fue la de Lucio Gutiérrez, quien lideró la alzada militar y civil en enero y además se convirtió en uno de los candidatos ideales de las elecciones del 2002, su contenido discursivo le sumaría puntos para lograr sus propósitos, llegar a Carondelet (Palacio de Gobierno). Su reciclada forma de actuar en la campaña política, con un discurso clientelar y populista lo llevó a ubicarse en el sillón de la presidencia. En un inicio, una amplia participación de los actores excluidos era la tónica del gobierno, pero esta particularidad duró poco, ya que los sectores de izquierda fueron desvinculados del poder por la política internacional que cada vez se introducía en las decisiones de la economía nacional.
Gutiérrez ensayó un cambio de rumbo tras la firma de un acuerdo con el FMI y un acercamiento con los Estados Unidos y Colombia, el retiro de los sectores sociales era de esperarse. Ante este hecho decidió aliarse con Bucaram que aún contaba con un bloque parlamentario en el Congreso Nacional (Natanson, 2008: 47), pero la acción que lo llevó a su caída fue la destitución de los miembros del Poder Judicial y en su lugar colocar a magistrados conocidos, incluso uno de ellos era ex colaborador de Bucaram, quien retiro todo tipo de demandas en su contra y el regreso del “loco” desde Panamá, donde estaba en calidad refugiado, fue inmediata.
Una revuelta de ciudadanos de Quito, los denominados “Forajidos”, harían que este episodio termine, junto a la oposición parlamentaria integrada por los socialcristianos, la Izquierda Democrática y Pachakutik, a la que también se unieron los líderes políticos de ese entonces reunidos en la “Asamblea de Quito”. Las fuertes movilizaciones terminaron con el poder de Gutiérrez y en su lugar, acción también determinada por el Congreso Nacional, Alfredo Palacio asumió el poder tras la figura de “abandono del cargo”. En el 2005, Palacio reemplazó a Gutiérrez al frente de una débil gestión de transición, encargada de timonear el barco hasta las próximas elecciones. Temeroso de un nuevo brote de ira social, Palacio designó un gabinete de tecnócratas y académicos (Natanson, 2008: 49) completamente desligados de los partidos políticos, donde aparecerían nuevas figuras políticas.
Un tercer momento: las nuevas figuras políticas
Durante el gobierno de Alfredo Palacio, las nuevas figuras políticas salen a luz, y es que después de los discursos gastados, el cansancio de los movimientos sociales y unos pocos pero intrépidos partidos políticos que se aferraban con fuerzas al poder político en el Congreso Nacional, aparecen nuevas figuras en la palestra electoral.
Dentro del gabinete de Palacio, la imagen de su ministro de Economía, Rafael Correa, no pasaba desapercibida, su intento de cambio de orientación económica le dotó de un atrevimiento tal que pasó a ser una política económica novedosa, entre otras medidas, el congelamiento de las negociaciones de libre comercio con Estados Unidos, la idea de crear un tribunal internacional que juzgue la legitimidad de la deuda externa y la eliminación de un fondo especial financiado con los recursos de Petroecuador, destinado al pago de intereses de la deuda (Natanson, 2008: 50) hicieron que su imagen desconocida hasta ese entonces se fortalezca.
Sus ansiadas políticas económicas trastocaron con los intereses de Palacio, quien decidió desplazar a Correa, porque logro expresar la sensación de hastío que dominaba a buena parte de la sociedad. Su hiper-protagonismo (Natanson, 2008) fue cada vez más evidente; además de sus ambiciones presidenciales que solo se vieron cristalizadas en la campaña electoral del 2006. Sus promesas y ofertas electorales fueron bastante sugestivas, ya que en parte recogían las demandas de algunos sectores sociales que habían sido marginados en los anteriores gobiernos y que carecían de visibilidad, incluso en la Constitución de 1998.
El triunfo de Rafael Correa se explica en gran medida por su discurso radical en contra del viejo orden político. El uso del término partidocracia –inapropiado para una situación como la ecuatoriana pero muy efectivo en términos políticos- sintetizó esa posición (Pachano, 2008: 2).
Ya en el poder termina por estructurar los primeros cambios en la política desquebrajada y uno de sus primeros postulados es que la reforma política se logrará con una nueva Constitución y la designación de nuevas autoridades en todo el país.
La convocatoria a una Asamblea se logra cristalizar, el proyecto de Constitución cuenta con el respaldo de muchos actores políticos que ven este proceso una etapa de cambio; sin embargo, luego de la aprobación de este texto, los cambios no logran cristalizarse, ya que la misma política de intereses parece que está por encima de todo.
Una primera ruptura de las normas aprobadas en la Nueva Constitución es la auto designación de los miembros del Tribunal Constitucional a una nueva Corte Constitucional, quienes arbitrariamente asumen funciones que no les correspondía; a esto se suma los inadecuados manejos de designación de autoridades en los nuevos órganos de control que responden a intereses de partidos políticos, lo cual se refleja no solo en el Consejo Nacional Electoral, sino también en la nueva función del Estado, la de Participación Social y Ciudadana.
Han pasado varios años desde la aprobación de la Constitución; sin embargo, varios aspectos no han cuajado del todo, lo que sí es que algunos artículos cuentan con el aval del Gobierno y otros resultan inconstitucionales. Un ejemplo claro de ello es el poder Legislativo, ahí se reivindicó que el poder político está por encima de la legalidad, solo bastó un Régimen de Transición para que los asambleístas que cesaron en sus funciones, logren permanecer en el poder con una justificación un tanto absurda de vacío institucional.
La última y más cruda novedad fue la aprobación de las enmiendas constitucionales, sin un referéndum de por medio, donde se modificaron 15 enmiendas. El artículo más polémico y por el que se generó un fuerte debate fue el relacionado a la reelección indefinida de las autoridades. En los artículos 114 y 144 de la Constitución se modificó que “todas las autoridades de elección popular podrán postularse para el mismo cargo”, excepto aquellas que hayan sido reelegidas en el período anterior. En el caso del Presidente estará cuatro años y podrá postularse después de un periodo. A pesar que la Transitoria señala que las enmiendas a estos artículos entrarán en vigencia desde el 24 de mayo del 2017.
El escenario electoral se avizora en medio de reformas y cambios de estructura, de crecimiento de la burocracia, de un alto gasto del presupuesto fiscal, de la caída e inestable precio del barril de petróleo, entre otros aspectos que solo llevan a preguntar si la crisis del sistema político heredada desde el retorno de la democracia ha logrado superarse, o todavía le espera al país una nueva etapa de inestabilidad política, económica y social.
Las nuevas elecciones se acercan, el calendario electoral está determinado, el 19 de febrero del 2017 se elegirá al nuevo mandatario y a los nuevos asambleístas y hasta octubre del 2016 será la inscripción final.
BIBLIOGRAFÍA
  • Bockenforde, Ernest; Estudios sobre el Estado de Derecho y la democracia; Ed.Trotta; Madrid; 2000.
·         Burbano de Lara, Felipe, Comp.; Antología. Democracia, cultura política y gobernabilidad; Flacso; Quito, Ecuador; 2003.
  • Echeverría, Julio;
La Democracia Bloqueada: teoría y crisis del Sistema Político ecuatoriano; Ed. Letras; Quito, Ecuador; 1997.
El desafío constitucional: crisis institucional y proceso político en el Ecuador; Ed. Abya-Yala, ILDIS-FES; Quito, Ecuador; 2006.
  • Luhmann, N; La política como sistema; México, FCE, 2004, cap. III.
  • Mejía, Andrés; Gobernabilidad Democrática, Sistema Electoral, Partidos Políticos y Pugna de Poderes en el Ecuador 1978-1998; Fundación Konrad Adenauer, Quito, 2002.
  • Natanson, José; La nueva izquierda, triunfos y derrotas de los gobiernos de Argentina, Brasil, Bolivia, Venezuela, Chile, Uruguay y Ecuador; Ed. Debate, Buenos Aires, 2008.
  • Pachano, Simón;
El precio del poder: izquierda, democracia y clientelismo en Ecuador; Ponencia presentada al Segundo Coloquio Internacional de Ciencia Política: “Gobiernos de Izquierda en Iberoamérica en el Siglo XX”, Xalapa, Veracruz, México, 20, 21 y 22 de octubre de 2008.
La trama de Penélope, Procesos políticos e instituciones en el Ecuador; Flacso, International IDEA, Netherlands Institute for Multiparty Democracy, Quito, Ecuador, 2007.



[1] Concebido lo político como una intervención afirmativa-constructiva, como normatividad metafísica que controla las fuerzas sociales. La política moderna en su versión clásica, esto es, en aquella desarrollada por la filosofía griega de Sócrates, Platón y Aristóteles se constituye sobre una primera figura de secularización o transformación del mito. El orden político ubica en el mundo de la ideas y en su perfección pura un modelo al cual remitirse (Echeverría, 2006).