AUTOBIOGRAFÍA

Mi foto
Quito, Pichincha, Ecuador
Asesor Comunicación Política. Comunicador Social y periodista. Consultor independiente en Relaciones Públicas, Marketing y Comunicación Política. Analista y asesor político en entidades gubernamentales. Docente e investigador universitario. Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Central del Ecuador. Máster en Ciencia Política por FLACSO Ecuador. Doctor (c) Universidad de Salamanca, área de Ciencia Política y de la Administración. Líneas de investigación: Política y medios de comunicación. Análisis de redes sociales, comunicación política, Políticas Públicas de Comunicación. Cultura política. Identidades y discurso.

31 enero 2014

Carajo... "No soy periodista"

Hace unas semanas se designó a Hermes Campoverde como el representante de la Supercom de la región Costa en Ecuador. Campoverde un "famoso" periodista televisivo, reportero de varios canales de televisión, de la prensa privada y de la pública. Sin desmerecer su experiencia, lo más lamentable es su discurso ante los medios de comunicación, tras señalar que "no es periodista". Ahí viene mi pregunta, cómo alguien puede representar al gremio sin el título respectivo. Cabe entonces preguntarse: cuál es el rol que debe cumplir tanto la superintendencia de comunicación y el consejo de comunicación en Ecuador para dar valides a un cartón que dice ser profesional y haber pasado por una universidad. Insisto, no quiero desmerecer el trabajo de ese señor, pero si quiero resaltar la falta de coherencia política al momento de designar un nombre para un cargo. Cuantos profesionales, académicos bien formados con tercer y cuarto nivel de universidad en el campo de la comunicación pudieran ser mucho más idóneos para ese cargo? Los médicos operan, los zapateros arreglan zapatos, los peluqueros cortan el cabello.... No cabe olvidar que los periodistas deben justamente cumplir con su rol aprendido en las escuelas de comunicación. Más aún cuando deben representar los intereses del gremio más maltratado durante los últimos años. Aquí no cuadra escuchar un discurso de inicio de gestión que aseguré su falta de profesionalismo. "No soy periodista" entonces cómo nos representa??

Y la sanción llegó!!!

La primera acción de la supercom en Ecuador fue sancionar al caricaturista Bonil, por la publicación hecha en Diario El Universo en la que se hace referencia al allanamiento que sufrió el departamento de Fernando Villavicencio, señalado como el principal opositor del gobierno en temas ambientales y petroleros. Bonil, el caricaturista se ha mostrado incisivo en sus gráficas, no sólo ahora, sino también en otros gobiernos. La Supercom, entidad creada en este gobierno tiene como meta defender los intereses de los comunicadores y de los consumidores, velando por una comunicación independiente y de calidad. Sin embargo, es necesario resaltar que su máximo representante, Carlos Ochoa fue parte de una terna y designado por el Presidente Correa. Ochoa, periodista televisivo ha mostrado una total falta de independencia dando luces de su sesgo político. La entidad, en su primer juzgamiento se encarga de sanciona con una rectificación en menos de 72 horas a Bonil y con un porcentaje económico del 2% de la facturación de los tres últimos meses. A manera de reflexión, está acción será apenas el inicio de una etapa de censura y atosigamiento a críticos y no aficionados al proyecto Revolución Ciudadana. El tema de la independencia es claro y entra en debate al interior de una institución pública, más aún de la Supercom que en la práctica fue creada por el Gobierno y sin duda no podría ir en contra de sus intereses. Ir en contra sería totalmente ilógico. El caso Bonil da cuenta de la falta de garantías que los comunicadores tendrán de hoy en adelante al momento de expresar sus opiniones. Esa característica muy marcada de categorizar a los periodistas como buenos y malos entrará en juego. Los buenos y los que dicen la verdad sin duda son parte del aparataje mediático público y aquellos que mienten, que llenan de mentiras sus contenidos son los que laboran en los medios privados. Esa categorización está claramente establecida. Ahora queda esperar quién es el siguiente de la lista, o por lo menos aquel que se atreva a "decir mentiras" o "criticar" a la revolución.

16 enero 2014

Entre el cambio radical y más de lo mismo: 7 años de la Revolución Ciudadana

La década de los 90 fue una etapa de crisis política, social y económica que marcó sobremanera a los ecuatorianos. La falta de credibilidad en las instituciones políticas y en sus representantes plantearon la posibilidad de iniciar un momento de cambio real. El aparecimiento de Rafael Correa, actual Mandatario, resignificó no sólo la forma de hacer política, sino también de entenderla.

El proyecto de su movimiento PAIS dio la pauta de lo que alguna vez con la apertura del sistema electoral ecuatoriano soñaron movimientos independientes generados desde la sociedad civil y de grupos nunca antes escuchados y peor permitidos a la participación.

Han pasado 7 años de Gobierno, y sin duda han sido días de cambio que se caracterizan por una fuerte e inminente campaña de fortalecimiento de la infraestructura social: carreteras, hospitales, obra civil en cantidad. Sin embargo y más allá de esa capacidad que tiene Correa para canalizar lo discursivo con lo práctico, quedan algunas deudas pendientes en el aspecto político y en ese proceso que tanto se habla durante los últimos días, el relevo para los próximos años.

En términos estructurales, la concentración de los poderes en el Ejecutivo es clara, la mayoría de sus ex ministros han pasado a liderar espacios en lo Judicial y Legislativo, este último con una mayoría aplastante que no ha tenido problema para aprobar Leyes conflictivas que no tuvieron cabida en el periodo anterior.

Este último año ha servido para consolidar un discurso duro desde el Ejecutivo, aquel que tiene la capacidad de posicionar temas en la opinión pública, sólo en el área de comunicación, la mayor de las ventajas de este Gobierno es el control de los medios de comunicación, que pasaron de ser medios privados a medios públicos. A lo que se suma la creación del Consejo de Regulación de la Comunicación y la Superintendencia de la Comunicación, entidades cuyos miembros fueron elegidos con vicerazo de nuestro a Presidente.

La gran plataforma mediática sirve para concentrar, consolidar y mantener un discurso en la opinión pública en torno a las bondades y beneficios del Gobierno, la crítica y la autocrítica son nulas, el servilismo mediático es claro. Me preguntaba, qué pasó con esos colegas que trabajaban en los medios privados y criticaban, pasaron al lado delo público y perdieron la memoria, falta de ética profesional sin duda.

Es necesario que se mantenga la coherencia política que se logró consolidar durante los primeros años de Revolución Ciudadana, el respeto por la discrepancia, por las ideas sacadas del bolsillo de una oposición que no tiene peso ni recursos para competir. Los años que vienen serán el espacio para mirar sí el objetivo de estos últimos años se consolida.


14 enero 2014

El Ecuador de ahora, una base histórica política

Desde el retorno a la democracia, en 1979, el Ecuador adoptó un sistema de gobierno presidencial y una estructura estatal unitaria. Pese a vivir el período de democracia ininterrumpido más largo de su historia, los ecuatorianos han sido testigos de una serie de hechos políticos y sociales que han marcado el desarrollo de su democracia durante los últimos treinta años, cuando se dio el cierre del ciclo de dictaduras militares de la década de los 70.
“En 1976, las élites políticas ecuatorianas estaban convencidas de que las respuestas a los males del país y el éxito de la transición democrática estaba en los partidos: había que diseñar e implementar un sistema de partidos[1] fuerte con organizaciones nacionales y modernas como requisito para el funcionamiento de la democracia” (Alcántara y Freindenberg, 2003: 235).
Durante la década de los 70 ya se trabajaba en un plan de reestructura del Estado, el gobierno de régimen militar (1972-1979) y su principal Consejo de Gobierno diseñaba un Plan de Reestructuración Jurídica del Estado, una herramienta que permitiría generar mecanismos adecuados durante el proceso de transición desde el sistema autoritario al democrático.
En 1976 se conformaron las Comisiones Jurídicas, como parte fundamental del Plan de Reestructuración y contemplaba los siguientes pasos: “a) el mantenimiento de un clima de concordia nacional y un diálogo político con los partidos y organizaciones de diverso tipo; b) renovación de las cédulas de ciudadanía y confección de padrones electorales; c) formación de tres comisiones jurídicas encargadas de reformar la Constitución de 1945 y elaborar una Ley de Partidos y Elecciones y una propuesta de nueva Constitución; y, d) formación de un Tribunal Supremo Electoral que organice un referéndum” (Sánchez, 2008: 28).
Dentro del “Plan de Reestructuración”, se incluían algunos puntos referentes al diseño institucional que debía regir desde el retorno a la democracia y que definirían el papel de los partidos políticos desde 1979, ya que se los consideraba como elementos centrales en el ordenamiento político con el retorno al régimen constitucional.
 “No se pensaba en cualquier tipo de partido sino que desde la misma ley se les exigía una serie de requisitos para darles el membrete de estructuras organizadas, ideológicas, fuertes y estables” (Alcántara y Freindenberg, 2003).
El objetivo de este diseño institucional se enmarcaba en reducir la presencia de líderes populistas y también a las maquinarias electorales que habían predominado hasta esa fecha; se buscaba conciliar a la política nacional a una etapa de trasformación a un régimen democrático, partidos políticos que satisfagan las demandas y aspiraciones de la sociedad. Lo que se buscaba era crear una nueva institucionalidad centrada en los partidos como modo para garantizar una democracia estable, se convertirían en el eslabón legítimo entre la sociedad y la política (Freidenberg y Alcántara, 2001: 22).
La Ley de Partidos Políticos y la Ley de Elecciones fueron cuestionadas porque fueron diseñadas por una Comisión y su puesta en marcha fue por un Decreto Supremo de la dictadura militar. Sin embargo, se destacaban en estos documentos: la representación de minorías, el sistema de divisores y residuos para la asignación de cargos, la creación del Tribunal Supremo Electoral, como ente organizador y a la vez regulador de los procesos electorales; además, para el cumplimiento de las elecciones se solicitó la elaboración de un padrón por el Registro Civil, lo cual garantizaba la obligatoriedad del voto.
Sin lugar a dudas, “la evolución de las reglas electorales y el sistema electoral da cuenta de los cambios permanentes en los que los políticos ecuatorianos han tenido que diseñar sus estrategias electorales, legislativas y organizativas. No ha habido un solo conjunto de reglas sino que éstas han variado en el tiempo de múltiples maneras” (Alcántara y Freindenberg, 2003: 240).
Desde el retorno de la democracia, el Ecuador cuenta con un sistema de partidos fragmentado, lo cual no permitía lograr una mayoría dentro del poder Legislativo y a su vez generaba esa necesidad de establecer alianzas para tener un Ejecutivo con un gobierno sólido.
Estas alianzas se convertían en el paso obligado de maniqueísmos entre los partidos tradicionales, quienes a cambio del respaldo de otras bancadas entregaban cargos públicos y hasta recursos económicos, lo cual se convirtió en un vicio recurrente durante muchos años dentro del Congreso Nacional, poco visible, pero altamente cuestionado.
Andrés Mejía (2004) ha mostrado el reverso del conflicto, esto es alrededor de las alianzas, demuestra que existe una práctica constante de negociaciones y acuerdos entre partidos, desde una lógica que llama muy acertadamente “coaliciones fantasmas” (Burbano, 2005).
Pero un segundo intento para eliminar ese monopolio se llevo a cabo en la Consulta Popular de 1994, allí se consagró la posibilidad de que cualquier ciudadano independiente pueda acceder a la competencia electoral, ya sea, auspiciado por un partido político, como por un determinado número de ciudadanos de una determinada circunscripción.
El hecho de transformar las reglas de juego en la política ecuatoriana dio paso al momento de crisis de los partidos políticos, sobre todo después de eliminar ese monopolio del que gozaban, lo que permitió el aparecimiento de movimientos ciudadanos, sociales e indígenas producto de la apertura y desbloqueo del sistema electoral y de partidos. La presencia de nuevos actores políticos con mayor y gran incidencia en el desenvolvimiento político (Aguinaga, 2005) fue importante para el reconocimiento y la inclusión de demandas ciudadanas a gran escala.
Los partidos políticos, a pesar que continuaban controlando el voto popular, resultan ser incapaces de representar y canalizar institucionalmente las aspiraciones ciudadanas (Hernández, 2002). Esto resulta un terreno propicio para que otros movimientos ciudadanos, organizaciones políticas y no políticas aparezcan en la arena política y contrarresten la crisis de representación que atravesaba el país a finales de la década de los 90.
A partir de ese momento, aparece el Movimiento Unidad Plurinacional Pachakutik-Nuevo País, que es parte de la competencia política. La participación de los indígenas es más fuerte, porque no solo lo hacen a través de sus organizaciones clasistas, sino también por intermedio de su partido político, por el que lograron electoralmente el control de una serie de gobiernos seccionales que se constituyeron en ejemplo de administración local. También varios dirigentes alcanzaron la diputación (Paz y Miño, 2006: 96).
Los resultados electorales no favorecen a los partidos tradicionales a partir de la caída de Mahuad. La presencia de los militares insurgentes que provocaron su caída, dota a los movimientos independientes de un protagonismo excepcional, todo aquel actor que se ubique en una situación de contradicción a la política tradicional con un corte antipolítico y reivindicativo de las demandas ciudadanas puede tener éxito en la competencia política. La participación de Lucio Gutiérrez con su Partido Sociedad Patriótica (PSP) y a la par el aparecimiento de Álvaro Noboa, con su Partido de Renovación Institucional y Acción Nacional (PRIAN) es un ejemplo del aquello; a pesar que al interior de sus estructuras es normal el reciclaje político; es decir, la adhesión de políticos que pertenecían a los partidos tradicionales.   
Esta realidad revela la crisis de hegemonía, debido a la escasa y hasta ausente política de generación de proyectos nacionales, que se complementa con la carencia de partidos políticos que sean capaces de construir “intereses generales” (Hernández, 2002), que escapen a la voluntad de ciertos sectores de poder.
No cabe duda que el debilitamiento de los partidos y la crisis a la que se ven sometidos incluso la institucionalidad política, dieron paso a la creación de políticos denominados como “outsiders” o a nuevas organizaciones políticas que, en el escenario político tradicional no tenían cabida alguna.
El surgimiento de un “outsider” -esto es, actores neopopulistas y antipolíticos- ha sido el resultado dramático de la crisis de representación democrática y particularmente el derrumbe de los partidos; la crisis del sistema de partidos fue una derivación de del fracaso de los partidos predominantes en su papel de gobernantes; es decir, la creciente incapacidad de los partidos para reflejar y explicitar preferencias electorales, que se hizo evidente en la profunda desconfianza de los ciudadanos y la marcada caída del apoyo electoral (Mayorga, 2008: 210).   
La interpelación a la élite política tradicional que hace el outsider y esa auto-representación como parte de la gente y fuera de los partidos políticos es la que genera desconfianza por parte de la ciudadanía hacía los partidos políticos y a las instituciones; prima por sobre todo la demanda de políticas horizontales basadas en nuevos actores sociales (Panizza, 2008: 80).
El discurso neopopulista es fundamentalmente antipolítico por el hecho de cuestionar a los partidos políticos establecidos como instituciones corruptas y culpar a la clase política y la elites económicas de los problemas padecidos por el país, así, el discurso de los outsiders expresa esencialmente no sólo un rechazo radical de los sistemas de partidos existentes como tales, sino también la idea de que esos partidos son organizaciones inútiles y perniciosas. (Mayorga, 2008: 214). 
El colapso del sistema de partidos en el Ecuador se da con la presencia de Rafael Correa en el poder, específicamente cuando es parte de la destitución de 57 legisladores que se oponían a la realización de una Consulta Popular que de paso a una Asamblea Nacional Constituyente de plenos poderes, cuya facultad era elaborar una nueva Constitución y que reemplace a la 1998[2].
Esta decisión desquebraja por completo las estructuras políticas tradicionales porque aquellos actores que están en contra de los líderes improvisados son dueños de un discurso de desconfianza. Su credibilidad es nula frente a la presencia de un outsider que representa un proceso de ruptura con el orden político.
En esa misma línea de confrontación a los partidos políticos, Correa resulta ser el mayor crítico a la partidocracia; de hecho, su triunfo se explica en gran medida por su discurso radical en contra del viejo orden político; el uso del término partidocracia está directamente relacionado al enfrentamiento frontal con las elites políticas y a la propuesta de eliminación del orden político vigente desde el retorno a la democracia (Pachano, 2008).



[1] Entiendo por sistema de partidos a “la composición estructural de la totalidad de los partidos políticos de un Estado; entre sus componentes están: a) el número de partidos; b) su tamaño; c) la distancia ideológica entre ellos; d) sus pautas de interacción; e) su relación con la sociedad o con grupos sociales; y, f) su actitud frente al sistema político” (Pease, 1999: 29). Además Lislie Lipson afirmo que en un Estado democrático (ellos constituyen) el punto de intersección donde convergen todas las fuerzas políticas; todo lo que es de importancia política encuentra su lugar dentro de los partidos políticos y en las relaciones entre ellos (Pease, 1999).
[2] Con cuatro votos a favor, el pleno del Tribunal Supremo Electoral (TSE) resolvió destituir a 57 diputados del Congreso Nacional, por haber tramitado un juicio político en su contra, ante la polémica por la convocatoria a Consulta Popular. Se dio la orden para no permitir el ingreso de los congresistas al ex edificio del Banco Central, donde funciona el Parlamento. La resolución del pleno de TSE determina además que los diputados fueran sancionados con la pérdida de sus derechos políticos por el periodo de un año y que sus suplentes deben asumir inmediatamente los cargos. 

"Elogio de la mujer brava"

Por: Héctor Abad

A los hombres machistas, que somos como el 96 por ciento de la población masculina, nos molestan las mujeres de carácter áspero, duro, decidido. Tenemos palabras denigrantes para designarlas: arpías, brujas, viejas, traumadas, solteronas, amargadas, marimachas, etc. En realidad, les tenemos miedo y no vemos la hora de hacerles pagar muy caro su desafío al poder masculino que hasta hace poco habíamos detentado sin cuestionamientos. A esos machistas incorregibles que somos, machistas ancestrales por cultura y por herencia, nos molestan instintivamente esas fieras que en vez de someterse a nuestra voluntad, atacan y se defienden. La hembra con la que soñamos, un sueño moldeado por siglos de prepotencia y por genes de bestias (todavía infrahumanos), consiste en una pareja joven y mansa, dulce y sumisa, siempre con una sonrisa de condescendencia en la boca. Una mujer bonita que no discuta, que sea simpática y diga frases amables, que jamás reclame, que abra la boca solamente para ser correcta, elogiar nuestros actos y celebrarnos bobadas. Que use las manos para la caricia, para tener la casa impecable, hacer buenos platos, servir bien los tragos y acomodar las flores en floreros. Este ideal, que las revistas de moda nos confirman, puede identificarse con una especie de modelito de las que salen por televisión, al final de los noticieros, siempre a un milímetro de quedar en bola, con curvas increíbles (te mandan besos y abrazos, aunque no te conozcan), siempre a tu entera disposición, en apariencia como si nos dijeran "no más usted me avisa y yo le abro las piernas", siempre como dispuestas a un vertiginoso desahogo de líquidos seminales, entre gritos ridículos del hombre (no de ellas, que requieren más tiempo y se quedan a medias). A los machistas jóvenes y viejos nos ponen en jaque estas nuevas mujeres, las mujeres de verdad, las que no se someten y protestan y por eso seguimos soñando, más bien, con jovencitas perfectas que lo den fácil y no pongan problema. Porque estas mujeres nuevas exigen, piden, dan, se meten, regañan, contradicen, hablan y sólo se desnudan si les da la gana. Estas mujeres nuevas no se dejan dar órdenes, ni podemos dejarlas plantadas, o tiradas, o arrinconadas, en silencio y de ser posible en roles subordinados y en puestos subalternos. Las mujeres nuevas estudian más, saben más, tienen más disciplina, más iniciativa y quizá por eso mismo les queda más difícil conseguir pareja, pues todos los machistas les tememos. Pero estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas. Ni siquiera tenemos que mantenerlas, pues ellas no lo permitirían porque saben que ese fue siempre el origen de nuestro dominio. Ellas ya no se dejan mantener, que es otra manera de comprarlas, porque saben que ahí -y en la fuerza bruta- ha radicado el poder de nosotros los machos durante milenios. Si las llegamos a conocer, si logramos soportar que nos corrijan, que nos refuten las ideas, nos señalen los errores que no queremos ver y nos desinflen la vanidad a punta de alfileres, nos daremos cuenta de que esa nueva paridad es agradable, porque vuelve posible una relación entre iguales, en la que nadie manda ni es mandado. Como trabajan tanto como nosotros (o más) entonces ellas también se declaran hartas por la noche y de mal humor, y lo más grave, sin ganas de cocinar. Al principio nos dará rabia, ya no las veremos tan buenas y abnegadas como nuestras santas madres, pero son mejores, precisamente porque son menos santas (las santas santifican) y tienen todo el derecho de no serlo. Envejecen, como nosotros, y ya no tienen piel ni senos de veinteañeras (mirémonos el pecho también nosotros y los pies, las mejillas, los poquísimos pelos), las hormonas les dan ciclos de euforia y mal genio, pero son sabias para vivir y para amar y si alguna vez en la vida se necesita un consejo sensato (se necesita siempre, a diario), o una estrategia útil en el trabajo, o una maniobra acertada para ser más felices, ellas te lo darán, no las peladitas de piel y tetas perfectas, aunque estas sean la delicia con la que soñamos, un sueño que cuando se realiza ya ni sabemos qué hacer con todo eso. Los varones machistas, somos animalitos todavía y es inútil pedir que dejemos de mirar a las muchachitas perfectas. Los ojos se nos van tras ellas, tras las curvas, porque llevamos por dentro un programa tozudo que hacia allá nos impulsa, como autómatas. Pero si logramos usar también esa herencia reciente, el córtex cerebral, si somos más sensatos y racionales, si nos volvemos más humanos y menos primitivos, nos daremos cuenta de que esas mujeres nuevas, esas mujeres bravas que exigen, trabajan, producen, joden y protestan, son las más desafiantes y por eso mismo las más estimulantes, las más entretenidas, las únicas con quienes se puede establecer una relación duradera, porque está basada en algo más que en abracitos y besos, o en coitos precipitados seguidos de tristeza. Esas mujeres nos dan ideas, amistad, pasiones y curiosidad por lo que vale la pena, ¡sed de vida larga y de conocimiento!